Por: Enzo Galimberti.
Se ha producido una gran conmoción en las últimas horas en todo el mundo ante la toma de la Presidencia Donald Trump en Estados Unidos. El presidente Nº 45 en la historia del Imperio Norteamericano.
Donald arrancó su presidencia con un giro mayúsculo en el espíritu y el tono de las líneas de la política exterior estadounidense. El salto, implica que Estados Unidos revertiría una parte sustantiva de los paradigmas y afectaría varias de las instituciones y alianzas que han definido la geopolítica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.
El flamante presidente aseguro que su país ha subsidiado durante muchos años a ejércitos de otros países mientras sus tropas están cada vez más debilitadas. Esto lo expreso de forma indirecta, ya que lo que en realidad quiso decir, es que la OTAN y los aliados de Estados Unidos deben aportar más dinero a la defensa colectiva o su gobierno dejará de aportar el dinero que actualmente contribuye. Pero en realidad lo que no expresa, es que gracias a todas las invasiones que hicieron, obtuvieron siempre ganancias económicas (Petróleo y Gas fundamentalmente). Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Fría y en los tiempos recientes del periodo postsoviético el despliegue de las fuerzas y los recursos estadounidenses en Europa y Asia ha sido puntal de su hegemonía política y económica, de la contención de conflictos mayores entre las potencias y del desplazamiento de la devastación, las guerras y las dictaduras al llamado ‘Tercer Mundo’. Y también ha contribuido, en varios casos, a fortalecer esquemas de cooperación y paz. En pocas palabras gracias a su política externa agresiva, el Impero ha obtenido puros beneficios. ¿Qué hubiera sido si Estados Unidos no hubiese obtenido esa presencia militar constante, tanto para ellos como para sus aliados?, definitivamente el contexto sería muy diferente y este país no sería la gran potencia que conocemos, ya que se mantuvo en el poder por su agresión constante y sus firmes saqueos a naciones debilitadas tanto política como económicamente.
Trump ve con buenos ojos un acercamiento con Rusia en paralelo a su distanciamiento de la OTAN. Estados Unidos y sus aliados europeos han actuado históricamente, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, para enfrentar al gran rival y enemigo ideológico (la URSS, el ‘imperio del mal’ en palabras de Ronald Reagan en 1983) y para contener a estados o fuerzas contestatarias ante el capitalismo occidental y su esquema sociopolítico. Pero si el sucesor de aquel gran contrincante, la Rusia de Vladimir Putin, se fortalece y se convierte ‘aliado’ de Estados Unidos como Donald ha sugerido, el engrandecimiento de Rusia se haría muy probablemente a expensas de los anteriores aliados, sobre todo Europa. Podría haber una cierta ventaja en ello, porque una alianza entre estas dos grandes potencias, podría acabar con el Ejército Islámico, frenar a Corea del Norte e Irán (enemigos de USA), dirimir las tensiones en Medio Oriente e, incluso, poner un doble contrapeso a China que no para de crecer y que según estudios, sería la primer potencia mundial a partir del 2030 dejando en segundo lugar a Estados Unidos.
Donald, ha declarado que busca la paz y el entendimiento. Es indiscutible que en el mundo existen fuertes retos y graves amenazas, que un gobierno se debe primero que nada a sus ciudadanos y que el deseo es que se impulse la paz y el desarrollo social pero, la forma como Trump plantea enfrentar los retos externos y navegar las relaciones y tensiones internacionales no tiene precedente ni garantías de éxito.
Es raro pensar que un Presidente de Estados Unidos quiera tantas cosas buenas, como dije, hay cosas que van a favorecer al Imperio y otras que se verán al pasar el tiempo. Pero de lo que estamos seguros, es que de un día para el otro, no se puede acabar con una tradición de política externa agresiva, inhumana y tan tradicional para este imperio que la desarrolla desde hace más de setenta años.
Se ha producido una gran conmoción en las últimas horas en todo el mundo ante la toma de la Presidencia Donald Trump en Estados Unidos. El presidente Nº 45 en la historia del Imperio Norteamericano.
Donald arrancó su presidencia con un giro mayúsculo en el espíritu y el tono de las líneas de la política exterior estadounidense. El salto, implica que Estados Unidos revertiría una parte sustantiva de los paradigmas y afectaría varias de las instituciones y alianzas que han definido la geopolítica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.
El flamante presidente aseguro que su país ha subsidiado durante muchos años a ejércitos de otros países mientras sus tropas están cada vez más debilitadas. Esto lo expreso de forma indirecta, ya que lo que en realidad quiso decir, es que la OTAN y los aliados de Estados Unidos deben aportar más dinero a la defensa colectiva o su gobierno dejará de aportar el dinero que actualmente contribuye. Pero en realidad lo que no expresa, es que gracias a todas las invasiones que hicieron, obtuvieron siempre ganancias económicas (Petróleo y Gas fundamentalmente). Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, durante la Guerra Fría y en los tiempos recientes del periodo postsoviético el despliegue de las fuerzas y los recursos estadounidenses en Europa y Asia ha sido puntal de su hegemonía política y económica, de la contención de conflictos mayores entre las potencias y del desplazamiento de la devastación, las guerras y las dictaduras al llamado ‘Tercer Mundo’. Y también ha contribuido, en varios casos, a fortalecer esquemas de cooperación y paz. En pocas palabras gracias a su política externa agresiva, el Impero ha obtenido puros beneficios. ¿Qué hubiera sido si Estados Unidos no hubiese obtenido esa presencia militar constante, tanto para ellos como para sus aliados?, definitivamente el contexto sería muy diferente y este país no sería la gran potencia que conocemos, ya que se mantuvo en el poder por su agresión constante y sus firmes saqueos a naciones debilitadas tanto política como económicamente.
Trump ve con buenos ojos un acercamiento con Rusia en paralelo a su distanciamiento de la OTAN. Estados Unidos y sus aliados europeos han actuado históricamente, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, para enfrentar al gran rival y enemigo ideológico (la URSS, el ‘imperio del mal’ en palabras de Ronald Reagan en 1983) y para contener a estados o fuerzas contestatarias ante el capitalismo occidental y su esquema sociopolítico. Pero si el sucesor de aquel gran contrincante, la Rusia de Vladimir Putin, se fortalece y se convierte ‘aliado’ de Estados Unidos como Donald ha sugerido, el engrandecimiento de Rusia se haría muy probablemente a expensas de los anteriores aliados, sobre todo Europa. Podría haber una cierta ventaja en ello, porque una alianza entre estas dos grandes potencias, podría acabar con el Ejército Islámico, frenar a Corea del Norte e Irán (enemigos de USA), dirimir las tensiones en Medio Oriente e, incluso, poner un doble contrapeso a China que no para de crecer y que según estudios, sería la primer potencia mundial a partir del 2030 dejando en segundo lugar a Estados Unidos.
Donald, ha declarado que busca la paz y el entendimiento. Es indiscutible que en el mundo existen fuertes retos y graves amenazas, que un gobierno se debe primero que nada a sus ciudadanos y que el deseo es que se impulse la paz y el desarrollo social pero, la forma como Trump plantea enfrentar los retos externos y navegar las relaciones y tensiones internacionales no tiene precedente ni garantías de éxito.
Es raro pensar que un Presidente de Estados Unidos quiera tantas cosas buenas, como dije, hay cosas que van a favorecer al Imperio y otras que se verán al pasar el tiempo. Pero de lo que estamos seguros, es que de un día para el otro, no se puede acabar con una tradición de política externa agresiva, inhumana y tan tradicional para este imperio que la desarrolla desde hace más de setenta años.
