Por: Enzo Galimberti.
La victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador no sólo
ha hecho historia al poner fin a décadas de bipartidismo en México, sino que
también abre la puerta a una nueva etapa de esperanza para todos los mexicanos,
que están cansados de ser siempre gobernados por los mismos partidos y no ven
soluciones a los problemas de raíz que tienen desde hace tiempo, como son la
corrupción y el narcotráfico.
López Obrador, tiene larga experiencia gestora. Dirigió el Gobierno de la Ciudad de México entre los años 2000 y 2005, puede presumir de ser el primer presidente de México que en 90 años no es ni del Partido Revolucionario Institucional (PRI) ni del Partido Acción Nacional (PAN). Es la alternativa que promete un cambio y rompe con los partidos históricos que han perpetuado en el poder. Su triunfo avasallador, es el premio a la constancia, ya que luchó por el cargo en 2006 y 2012 y no logró llegar al poder. Pero también es la respuesta al desencanto, incluso a la desesperación de muchos mexicanos que buscan un cambio de rumbo. Convencidos de que ya no podían estar peor de cómo están en la actualidad. La ola de crímenes desatada por los narcotraficantes y una seguidilla de escándalos por corrupción, han enfurecido al pueblo mexicano. La campaña electoral ya estuvo marcada por la violencia, más de 120 políticos y activistas fueron asesinados desde septiembre de 2017.
Obrador, para ayudar a su principal electorado (Clase baja y media), tiene que hacer que crezca la economía, y entiende que el crecimiento económico proviene de una economía privada competitiva, y no del Gobierno Nacional. Es posible que el nuevo dirigente mexicano opte por un nacionalismo económico, lo que podría hacer más difícil alcanzar un acuerdo con Trump sobre el TLCAN, el tratado de libre comercio que también incluye a Estados Unidos y a Canadá.
El presidente electo, más que ser un antiimperialista en referencia a su vecino más próximo, es un nacionalista que protege la soberanía nacional mexicana. Por ende el electorado mexicano ha hecho lo mismo que el electorado estadounidense, elegir a un nacionalista para que defienda sus intereses y tome medidas más drásticas en beneficio de su pueblo.
Esperemos que López Obrador, sea lo que México necesita por el bien no solo de los mexicanos, sino también, de toda Latinoamérica.
La victoria electoral de Andrés Manuel López Obrador no sólo
ha hecho historia al poner fin a décadas de bipartidismo en México, sino que
también abre la puerta a una nueva etapa de esperanza para todos los mexicanos,
que están cansados de ser siempre gobernados por los mismos partidos y no ven
soluciones a los problemas de raíz que tienen desde hace tiempo, como son la
corrupción y el narcotráfico. López Obrador, tiene larga experiencia gestora. Dirigió el Gobierno de la Ciudad de México entre los años 2000 y 2005, puede presumir de ser el primer presidente de México que en 90 años no es ni del Partido Revolucionario Institucional (PRI) ni del Partido Acción Nacional (PAN). Es la alternativa que promete un cambio y rompe con los partidos históricos que han perpetuado en el poder. Su triunfo avasallador, es el premio a la constancia, ya que luchó por el cargo en 2006 y 2012 y no logró llegar al poder. Pero también es la respuesta al desencanto, incluso a la desesperación de muchos mexicanos que buscan un cambio de rumbo. Convencidos de que ya no podían estar peor de cómo están en la actualidad. La ola de crímenes desatada por los narcotraficantes y una seguidilla de escándalos por corrupción, han enfurecido al pueblo mexicano. La campaña electoral ya estuvo marcada por la violencia, más de 120 políticos y activistas fueron asesinados desde septiembre de 2017.
Obrador, para ayudar a su principal electorado (Clase baja y media), tiene que hacer que crezca la economía, y entiende que el crecimiento económico proviene de una economía privada competitiva, y no del Gobierno Nacional. Es posible que el nuevo dirigente mexicano opte por un nacionalismo económico, lo que podría hacer más difícil alcanzar un acuerdo con Trump sobre el TLCAN, el tratado de libre comercio que también incluye a Estados Unidos y a Canadá.
El presidente electo, más que ser un antiimperialista en referencia a su vecino más próximo, es un nacionalista que protege la soberanía nacional mexicana. Por ende el electorado mexicano ha hecho lo mismo que el electorado estadounidense, elegir a un nacionalista para que defienda sus intereses y tome medidas más drásticas en beneficio de su pueblo.
Esperemos que López Obrador, sea lo que México necesita por el bien no solo de los mexicanos, sino también, de toda Latinoamérica.