Por: Enzo Galimberti.
África como todos sabemos, es el continente con más hambruna del planeta. Ante esto, en el año 2007 se impulsó una iniciativa para mejorar la calidad de vida de los pobladores, como así también para cambiar el clima de este continente tan amplio. Esta decisión fue impulsada por las naciones que ocupan el Sahel (zona eco climática y biogeográfica del norte del continente africano. Limita al norte con el desierto del Sahara, y al sur con la sabana sudanesa siendo una zona de transición entre ambos), a la cual se sumaron las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Unión Africana que ayudarán a financiar este gran proyecto.
La gran muralla de acacias, es de unos 8.000 km de largo y atravesará a lo ancho los once países del Sahel, ellos son Senegal, Mauritania, Malí, Burkina Faso, Niger, Nigeria, Chad, Sudán, Etiopía, Eritrea y por último Djibouti.
La meta principal en su momento, era detener el avance hacia el sur del desierto, en pocas palabras frenar la desertificación. Al pasar el tiempo, fueron surgiendo nuevas metas como por ejemplo mejorar la gestión y restauración de las tierras secas y de esta forma la regeneración de la vegetación natural. A esto, hay que sumarle la retención del agua para que la tierra sea fértil y permita la conservación del espacio verde. De esta manera, se generaría trabajo, y da sustento para millones de personas que habitan este árido suelo generando así, un gran cambio climático.
Desde el inicio del proyecto hasta la actualidad, se ha restaurado un 15% del total que se estima hacer. Son 18 millones de hectáreas de tierra que en su mayoría se encuentran en Etiopía. Millones de familias rurales han podido cultivar los alimentos que necesitan para sobrevivir cada año. También, hay que tener en cuenta que, gracias a la restauración, conservación de este muro y a la venta de productos no forestales no maderables, se han generado millones de puestos de trabajo y han ingresado 90 millones de dólares a estas once naciones participantes.
Las hojas de este muro vegetal, proveen de cospota a los suelos y las grandes copas verdosas, elevan la humedad ambiental ofreciendo su sombra a los lugareños. También, contribuyen a reducir el gasto de agua en una región que está acostumbrada a racionarla por la escasez que hay de la misma. Las raíces de estos árboles, mantienen el agua estancada bajo tierra y protegen al suelo de sufrir una erosión. Esto, permite que el líquido vuelva a fluir en los pozos secos gracias a esta coraza verde contra el desierto.
Como en toda cosa buena, está lo malo. El gran problema aquí es la débil estructura gubernamental que tienen muchos de los países africanos que integran esta muralla. A eso hay que sumarle las dificultades para la coordinación desde los niveles regionales hasta los internacionales. A esto, le añadimos problemas de evaluación y monitorización de la muralla en determinados países.
Para cumplir con el objetivo, se necesitarán restaurar 10 millones de tierras degradadas cada año hasta el 2030 que es cuando finaliza este proyecto. Como ciudadanos de este planeta que necesita más verde, necesitamos impulsar colectivamente este movimiento urgente para crear un legado único y duradero para toda la humanidad que nos genere esperanzas ante un futuro muy gris por culpa del calentamiento global.
África como todos sabemos, es el continente con más hambruna del planeta. Ante esto, en el año 2007 se impulsó una iniciativa para mejorar la calidad de vida de los pobladores, como así también para cambiar el clima de este continente tan amplio. Esta decisión fue impulsada por las naciones que ocupan el Sahel (zona eco climática y biogeográfica del norte del continente africano. Limita al norte con el desierto del Sahara, y al sur con la sabana sudanesa siendo una zona de transición entre ambos), a la cual se sumaron las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Unión Africana que ayudarán a financiar este gran proyecto.
La gran muralla de acacias, es de unos 8.000 km de largo y atravesará a lo ancho los once países del Sahel, ellos son Senegal, Mauritania, Malí, Burkina Faso, Niger, Nigeria, Chad, Sudán, Etiopía, Eritrea y por último Djibouti.
La meta principal en su momento, era detener el avance hacia el sur del desierto, en pocas palabras frenar la desertificación. Al pasar el tiempo, fueron surgiendo nuevas metas como por ejemplo mejorar la gestión y restauración de las tierras secas y de esta forma la regeneración de la vegetación natural. A esto, hay que sumarle la retención del agua para que la tierra sea fértil y permita la conservación del espacio verde. De esta manera, se generaría trabajo, y da sustento para millones de personas que habitan este árido suelo generando así, un gran cambio climático.
Desde el inicio del proyecto hasta la actualidad, se ha restaurado un 15% del total que se estima hacer. Son 18 millones de hectáreas de tierra que en su mayoría se encuentran en Etiopía. Millones de familias rurales han podido cultivar los alimentos que necesitan para sobrevivir cada año. También, hay que tener en cuenta que, gracias a la restauración, conservación de este muro y a la venta de productos no forestales no maderables, se han generado millones de puestos de trabajo y han ingresado 90 millones de dólares a estas once naciones participantes.
Las hojas de este muro vegetal, proveen de cospota a los suelos y las grandes copas verdosas, elevan la humedad ambiental ofreciendo su sombra a los lugareños. También, contribuyen a reducir el gasto de agua en una región que está acostumbrada a racionarla por la escasez que hay de la misma. Las raíces de estos árboles, mantienen el agua estancada bajo tierra y protegen al suelo de sufrir una erosión. Esto, permite que el líquido vuelva a fluir en los pozos secos gracias a esta coraza verde contra el desierto.
Como en toda cosa buena, está lo malo. El gran problema aquí es la débil estructura gubernamental que tienen muchos de los países africanos que integran esta muralla. A eso hay que sumarle las dificultades para la coordinación desde los niveles regionales hasta los internacionales. A esto, le añadimos problemas de evaluación y monitorización de la muralla en determinados países.
Para cumplir con el objetivo, se necesitarán restaurar 10 millones de tierras degradadas cada año hasta el 2030 que es cuando finaliza este proyecto. Como ciudadanos de este planeta que necesita más verde, necesitamos impulsar colectivamente este movimiento urgente para crear un legado único y duradero para toda la humanidad que nos genere esperanzas ante un futuro muy gris por culpa del calentamiento global.
Increible.... no sabía de tan grande proyecto.... podría salvar a toda África...
ResponderEliminarGracias Enzo...
Es un proyecto muy ambicioso que salvara miles de vidas. No tenia ni idea de esto.
ResponderEliminarGracias por siempre compartir cosas interesantes que otros medios masivos no lo hacen y dejeme decirle que es maravilloso como escribe lo hace muy facil para la gente como yo que no entiende mucho.
Muy bueno como siempre Enzo. Me quede leyendolo dos veces pero no porque no entienda sino porque me parece maravilloso este gran proyecto que esta ayudando a miles de personas. No todo es malo como lo hacen ver las noticias. Gracias por mostrar otra mirada siempre de la política, economía y la historia...
ResponderEliminarPor fin algo nuevo por el planeta, las personas y nuestro suelo. Africa desaparecería en unos años ante tanta sequía porque la gente emigraría. Por algo tantos africanos en nuestras naciones latinoamericanas.
ResponderEliminarUn articulo de diez.
Sorprendente lo mejor que he leido en años. No solo tendran agua, tambien sombra, comida y trabajo.
ResponderEliminarNo sabía nada sobre este proyecto, un ejemplo a seguir
ResponderEliminarIsrael que tiene tecnología de última generación para la agricultura en el desierto también debería participar , se debe dejar a un lado el egoísmo por el bien del planeta , somos más de 7000 millones de habitantes , es hora de ayudar y darle auna mano al continente Africano que tanto lo necesita , gran artículo Enzo !
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