Por: Enzo Galimberti.
Hace ya 215 años se produjo un hecho que cambiaría el rumbo de América del Sur, generando un efecto dominó entre los pueblos del continente: revoluciones e independencias comenzaron a emerger con fuerza, marcando el inicio del fin de las colonias bajo dominio europeo.
Entre 1806 y 1807, el territorio que hoy conocemos como Argentina fue escenario de las Invasiones Inglesas. En ambas ocasiones, Santiago de Liniers lideró la resistencia. Primero, al frente de tropas provenientes de la Banda Oriental; luego, comandando el Regimiento Fijo de Buenos Aires y batallones de milicianos criollos. Tras la exitosa defensa, el virrey Sobremonte fue destituido por presión popular, y Liniers fue elegido como nuevo virrey: un hecho inédito en América, ya que por primera vez se destituía a un virrey por voluntad del pueblo.
La nueva élite de poder surgida en Buenos Aires estuvo conformada por los líderes de esas milicias, que pasaron a integrar el Cabildo, hasta entonces compuesto exclusivamente por españoles peninsulares. Así comenzó a gestarse una transformación profunda: el pueblo se organizaba, y Buenos Aires se ganaba el respeto del resto del continente, al punto de ser llamada el “Hermano Mayor”.
Mientras tanto, en Europa, Napoleón invadía España y el rey Fernando VII caía prisionero en 1810. La Corona española entraba en crisis, priorizando su defensa interna frente a lo que ocurría en sus colonias. En América, la confusión política era total. La Junta de Sevilla, representante del rey cautivo, había desaparecido. El poder de los funcionarios peninsulares se debilitaba, y las milicias criollas ya no respaldaban al virrey. El terreno estaba listo para un cambio decisivo.
Un grupo de intelectuales y funcionarios criollos vio en esta situación una oportunidad para acceder a cargos de gobierno. El derecho español establecía que, ante la vacancia del trono, la soberanía retornaba al pueblo, representado por el Cabildo. Este debía convocar a los vecinos para elegir nuevas autoridades. Cornelio Saavedra, comandante de las milicias criollas, y Manuel Belgrano, defensor público del orden económico, fueron quienes exigieron la apertura del Cabildo.
Así, el 22 de mayo de 1810 se celebró el histórico Cabildo Abierto. Tres días más tarde, el 25 de mayo, el pueblo de Buenos Aires derrocó al virrey Cisneros y estableció la Primera Junta de Gobierno: el primer paso concreto hacia la independencia. Aún lejos de constituir una nación organizada y libre, este fue el punto de partida de un largo proceso que culminaría con la emancipación definitiva.
El 9 de julio de 1816, en San Miguel de Tucumán, un congreso integrado por diputados de las provincias del norte, del centro-oeste y de Buenos Aires junto a representantes exiliados del Alto Perú proclamó la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica. Este acto marcó un antes y un después en la historia regional.
Los focos contrarrevolucionarios que intentaron restaurar el dominio español fueron finalmente derrotados gracias a figuras como José de San Martín, Manuel Belgrano y Martín Miguel de Güemes. Junto a Simón Bolívar, San Martín protagonizó las campañas libertadoras que sellaron el fin de la monarquía española en América del Sur.
La Primera Junta formó parte de un movimiento continental que, inspirado por las ideas liberales y republicanas nacidas en Francia y Estados Unidos, introdujo cambios trascendentales. Fue el inicio del proceso de emancipación de Hispanoamérica, anticipándose en casi 150 años a la mayoría de los movimientos independentistas en Asia y África.
Esa lucha por la soberanía tuvo una fuerza tal, que su eco perdura hasta hoy: América del Sur es el único continente sin monarquías vigentes, un símbolo vivo de aquella decisión colectiva de ser libres y dueños de su propio destino.
Hace ya 215 años se produjo un hecho que cambiaría el rumbo de América del Sur, generando un efecto dominó entre los pueblos del continente: revoluciones e independencias comenzaron a emerger con fuerza, marcando el inicio del fin de las colonias bajo dominio europeo.
Entre 1806 y 1807, el territorio que hoy conocemos como Argentina fue escenario de las Invasiones Inglesas. En ambas ocasiones, Santiago de Liniers lideró la resistencia. Primero, al frente de tropas provenientes de la Banda Oriental; luego, comandando el Regimiento Fijo de Buenos Aires y batallones de milicianos criollos. Tras la exitosa defensa, el virrey Sobremonte fue destituido por presión popular, y Liniers fue elegido como nuevo virrey: un hecho inédito en América, ya que por primera vez se destituía a un virrey por voluntad del pueblo.
La nueva élite de poder surgida en Buenos Aires estuvo conformada por los líderes de esas milicias, que pasaron a integrar el Cabildo, hasta entonces compuesto exclusivamente por españoles peninsulares. Así comenzó a gestarse una transformación profunda: el pueblo se organizaba, y Buenos Aires se ganaba el respeto del resto del continente, al punto de ser llamada el “Hermano Mayor”.
Mientras tanto, en Europa, Napoleón invadía España y el rey Fernando VII caía prisionero en 1810. La Corona española entraba en crisis, priorizando su defensa interna frente a lo que ocurría en sus colonias. En América, la confusión política era total. La Junta de Sevilla, representante del rey cautivo, había desaparecido. El poder de los funcionarios peninsulares se debilitaba, y las milicias criollas ya no respaldaban al virrey. El terreno estaba listo para un cambio decisivo.
Un grupo de intelectuales y funcionarios criollos vio en esta situación una oportunidad para acceder a cargos de gobierno. El derecho español establecía que, ante la vacancia del trono, la soberanía retornaba al pueblo, representado por el Cabildo. Este debía convocar a los vecinos para elegir nuevas autoridades. Cornelio Saavedra, comandante de las milicias criollas, y Manuel Belgrano, defensor público del orden económico, fueron quienes exigieron la apertura del Cabildo.
Así, el 22 de mayo de 1810 se celebró el histórico Cabildo Abierto. Tres días más tarde, el 25 de mayo, el pueblo de Buenos Aires derrocó al virrey Cisneros y estableció la Primera Junta de Gobierno: el primer paso concreto hacia la independencia. Aún lejos de constituir una nación organizada y libre, este fue el punto de partida de un largo proceso que culminaría con la emancipación definitiva.
El 9 de julio de 1816, en San Miguel de Tucumán, un congreso integrado por diputados de las provincias del norte, del centro-oeste y de Buenos Aires junto a representantes exiliados del Alto Perú proclamó la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica. Este acto marcó un antes y un después en la historia regional.
Los focos contrarrevolucionarios que intentaron restaurar el dominio español fueron finalmente derrotados gracias a figuras como José de San Martín, Manuel Belgrano y Martín Miguel de Güemes. Junto a Simón Bolívar, San Martín protagonizó las campañas libertadoras que sellaron el fin de la monarquía española en América del Sur.
La Primera Junta formó parte de un movimiento continental que, inspirado por las ideas liberales y republicanas nacidas en Francia y Estados Unidos, introdujo cambios trascendentales. Fue el inicio del proceso de emancipación de Hispanoamérica, anticipándose en casi 150 años a la mayoría de los movimientos independentistas en Asia y África.
Esa lucha por la soberanía tuvo una fuerza tal, que su eco perdura hasta hoy: América del Sur es el único continente sin monarquías vigentes, un símbolo vivo de aquella decisión colectiva de ser libres y dueños de su propio destino.
